Texto por: Antonia Dupain
“No quería componer otro Quijote —lo cual es fácil— sino el Quijote. Inútil agregar que no encaró nunca una transcripción mecánica del original; no se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran ¬palabra por palabra y línea por línea¬ con las de Miguel de Cervantes.”
—Jorge Luis Borges, “Pierre Menard, autor del Quijote”
Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol. Nos anuncia Salomón en la biblia. Y si en ese compendio de libros de hace años afirman que lo que fue, será y lo que se hizo se hará, pues no queda más sino revisar el Enuma Elish y otros textos anteriores para encontrar las metáforas primeras que, decía Borges, comprenden a la humanidad y debemos reutilizar. Entonces nos veremos atrapados en la caverna con video beam o llegará el anuncio de que el final está lejos porque siempre estamos en el límite, en el final. Murió el autor, Dios llegó tarde y el Tao es inefable. Me planteo rastrear la copia y para hablar de la copia debo hablar de lo nuevo. Pero lo nuevo es inventado y está superado desde la retórica de la posmodernidad: ya no hay nada nuevo, se dirá; por sus experiencias Sherrie Levine, Hank Herron y Elaine Sturtevant se reirán de esa pretensión. Nos dirán que la apariencia de unicidad fue inventada con la reproducción técnica y no se socavó como Walter Benjamin escribió. El autor surge con la imagen ubicua y con el registro multiplicado (‘vacío’), el anonimato es aparente.
En mi época de colegio se aprendía copiando, yo hacía el croquis de Colombia en papel cebolla, utilizaba el punzón para calcar una imagen, repetía fórmulas y las completaba en mi memoria: Patos volando igual a ratas trotando para la de los gases. Los pintores renacentistas tenían cuadrillas de muchachos en maquilas; copiando día tras día, triturando pigmentos, dibujando contornos, preparando maderas. Los oficios se aprenden por ósmosis, por flujos de información, por mímesis cognitiva. La copia es un método de aprendizaje satanizado en la mayoría de lugares de occidente que defienden la innovación como valor unificador y registro de proveniencia de lo estampado. Se intenta proteger el diseño, la idea, la novedad en una burbuja templada a punto de estallar. El copyright y las megaindustrias de container son un contrasentido. La imitación prevalece solamente en algunas áreas del conocimiento y la invitación es a rendir por competencias.
El texto de quinientas palabras que leen en este momento queda inscrito en (medio de) una muestra de pintura y me ha sido encargado por un artista que participa pero no hace su obra. No pinta. Los modelos de producción made in china como las fórmulas del arte contemporáneo proliferan. Me cansa ver recetas de este tipo duplicadas por artistas y otros creadores; pero escribo sobre lo repetido del gesto para teñir esa ironía con otras palabras, también porque percibo un aullido, un clamor por las utopías y las desapariciones. Aunque somos protagonistas de una gran novela dionisiaca que hace de nuestra vida un espejismo. Pregúntenle a todos los artistas que han desaparecido, a los que no quiero nombrar para dejarlos ir en búsqueda de lo milagroso.