Texto por: Julia Buenaventura
Durante la década de los 50, el arquitecto brasilero Vilanova Artigas proyectó una serie de edificios cuya principal característica radica en carecer de fachada. Construcciones singulares: es necesario darles la vuelta para encontrar un frente, que en realidad es un lado. Ahora bien, este recurso, lejos de responder a una finalidad estética, estaba enfocado en una propuesta ética y política: dinamitar las máscaras del teatro burgués, retirando del edificio, tal como de la sociedad, la apariencia. De cualquier manera, con los años, la propuesta de Artigas se convirtió en moda, así que hoy un sinnúmero de edificios burgueses paulistas sigue el estilo anti-fachada.
Máscara del edificio, la fachada constituye su ficción, esa capa exterior que de tanto representarlo, acaba por sustituirlo. De hecho, a veces ni siquiera importa que no haya edificio, siempre y cuando se levante una fachada. Las historias son múltiples. Cuando llegaron los virreyes a México en 1680, la catedral estaba inconclusa así que mandaron a construir un frente efímero de madera, trapo y yeso, cuyo enredo alegórico estuvo a cargo de nada más y nada menos que de la misma Sor Juana Inés de la Cruz. En 1808, cuando el rey de Portugal, Joao VI, desembarcó con su corte en Rio de Janeiro huyendo de Napoleón, la entonces miserable ciudad fue cubierta por telones. Hoy, falsos exteriores son levantados en las visitas de Putin a los pueblos rusos, o, en los Estados Unidos, sobre las nuevas ruinas, es común ver vallas con imágenes del edificio ausente o deteriorado.
La exposición de Camilo Leyva titulada Again_ es una reflexión sobre la fachada, sobre la capa encargada de cubrir lo real para levantar la ficción. Manto que, en nuestros días, ha desarrollado otras manifestaciones, menos materiales que las arquitectónicas, pero que cumplen el mismo papel. La humanidad siempre está buscando modos de mentirse a sí misma, de forma que el asunto de cubrir lo real con una tela no es para nada nuevo, lo único nuevo es la calidad virtual del manto. Me refiero a los aplicativos móviles o de internet que dan la oportunidad de montar un mundo paralelo, Facebook o Instagram, por ejemplo; ficción externa de uno mismo que termina asumiéndose como identidad. De lo que devienen una serie de problemas existenciales graves, pues no hay nada más doloroso que representar el papel de uno mismo.
A través de varias estrategias de encubrimiento tanto materiales como virtuales, Again_ recorre estas capas de representación. Así, tenemos telones, ropa, videos y un aplicativo en desarrollo que sirve para sobreponer, a la imagen del celular, otros videos, otras ficciones. Y digo otras ficciones porque la misma imagen que aparece en una selfie es un personaje que, modificado por el ángulo y la pose, acaba por tomar el lugar de la persona.
Again_ es un trabajo peculiar en la producción de Camilo Leyva, de hecho, es posible afirmar que constituye una nueva etapa de su proceso artístico. Y, sin embargo, está lejos de tratarse de una obra nacida de la nada; muy por el contrario, proviene de una trayectoria de investigación y creación cuyo interés profundo radica en lo que yo llamaría el teatro del mundo.
En 2011, en el curso de su Maestría en Artes Plásticas en la ciudad de Nueva York, Leyva entró en el taller asignado, decidido a trabajar con el espacio mismo, sin llevar ningún material al lugar, de forma que lo único que podría utilizar eran las paredes, hechas en aglomerado y estructuras de metal. En poco tiempo, el artista estaba dedicado a retirar capas y más capas de pintura-plástica de aproximadamente un milímetro de grosor, sorprendentemente flexibles y resistentes. Tras las capas, retiró el aglomerado, y tras el aglomerado quitó la estructura de las paredes-escenario de ese cubo blanco, impoluto y homogéneo. Luego de recolectar una montaña de materiales, Leyva se dedicó a construir una embarcación, plan de escape por el río Hudson –creo yo–, estrategia para abandonar el cubo. Aquí hay dos puntos. De un lado, está desarmar el escenario para crear algo nuevo. Los talleres de los artistas y las mismas casas de nuestros días parecen teatros de arquitectura moderna, monótonas burbujas separadas del mundo. De otro, está la poesía implícita en descubrir las capas, hurgar, ir hasta las entrañas de la pared retirando sus múltiples coberturas; un material que en sí mismo es la cuenta tangible del número de artistas que estuvieron en ese lugar antes de Camilo. De hecho, nuestro barco está construido con las horas y los días de sus antecesores, con su presencia anónima, lo que se repetirá cuando el mismo el mismo Leyva deje el lugar para ceder su espacio a otro habitante. Entonces, se volverá a construir el escenario y se pintará nuevamente la superficie homogénea, sin huellas y vacía de la soledad-estudio-taller de los artistas contemporáneos.
En Máquina, 2014, una exposición realizada en el Teatro Odeón, nuevamente Leyva se opone a llevar materiales al lugar, así que emplea la madera que encuentra en los subsuelos del recinto, material otra vez cargado de historia. A partir de allí, Leyva construye una serie de mecanismos propios de escenografías teatrales, al modo de un juego, en que los visitantes pueden participar. Efectivamente, uno de los mecanismos es una gran rueda que funciona como aquellas de los ratones de laboratorio, pero para ser empleada por humanos. Aquí la referencia al teatro es directa: los visitantes ocupan el espacio de la tarima, haciendo las veces de actores-ratones observados y no del público que observa. La representación se da la vuelta, se enrosca sobre sí misma.
Algo similar a lo que había sucedido con la obra titulada “Por Encargo” de 2012, en la que el artista mandó a hacer pinturas de pintores pintando –disculpen la reiteración, pero el juego de palabras da cuenta de la obra–. Esto después de saber que, en China, existe un barrio entero de artistas (casi como una ciudad) a los que se les encomiendan obras por internet. En la exposición, Leyva muestra las pinturas, enviadas a Estados Unidos, y los emails que las posibilitaron; estos últimos escritos a mano, copiando la tipografía de una impresora digital. Es decir, poniendo a la representación al revés, pues el único original es el documento digitado-manuscrito, y no la pintura pintada.
Finalmente, quiero mencionar el trabajo realizado con el colectivo Agorafobia –constituido por Camilo Leyva y Nicolás Leyva Townsend– y titulado Sicorp, en el cual son subastados en el centro de Bogotá, justo en el lugar en que cayó Jorge Eliecer Gaitán, los rieles del antiguo tranvía. En la obra, se denuncia cómo este medio de transporte desaparece para favorecer a las nuevas empresas privadas que quieren importar buses. Todo esto a partir del montaje de un teatro público fascinante, en donde los peatones paran y participan e, incluso, pujan por comprar esos pedazos de hierro, ruinas artificiales, hechas a la brava, de lo que fue Bogotá.
En la obra actual, Again_, Camilo retoma una serie de los elementos que constituyen los trabajos anteriores, desarrollando otras instancias y nuevas posibilidades de medios y de sentidos. Como dije antes, Again_ constituye una etapa diferente de la carrera de Leyva, en donde se crean otros entramados de significación.
Again_ arranca en 2016, durante una residencia del artista en los Estados Unidos, cuando Camilo decide comprar el dominio en internet “americagreatagain.co”, justo en mitad de la campaña de Donald Trump. Un dominio que, extrañamente, no había sido adquirido. Tras la compra de ese “sitio”, Leyva comienza a indagar en cómo ocuparlo, dando inicio a una reflexión sobre la amalgama entre economía, política y ficción que domina nuestra sociedad en el presente.
Así, a partir de esta reflexión intuitiva, Leyva desarrolla las obras que componen la muestra. Entre ellas, un aplicativo acompañado por una marca de ropa que permite sumarle más ficción a la ficción, piezas de vestir que involucran grandes retazos de la tela verde usada en Hollywood para realizar efectos cinematográficos (las cámaras digitales son altamente sensibles a este tipo de pigmento, de forma que es posible suplantar, digitalmente, estos lapsos verdes por una realidad virtual sobrepuesta). En el caso de Again_, la ropa junto al aplicativo posibilitará realizar la edición en tiempo real. Sólo basta un celular en la mano. Más adelante, tenemos una serie de videos de algunos personajes implicados en los Panamá Papers y en otros escándalos de corrupción como el caso Odebrecht, cuyas fotografías –trabajadas en 3D por una computadora–, terminan creando unos monstruos bastante extraños, pero sobre todo virtuales, y, finalmente, nos encontramos con un conjunto de telones de imágenes cargadas de sentido. En efecto, se trata de las fachadas tangibles de algunas de las tantas empresas falsas creadas para escabullir impuestos. “Empresas fachada” cuyas fachadas reales, en lugares por lo general desolados o miserables, no tienen nada en común con los millones de dólares que albergan.
Fachadas que, existiendo como capital constante y sonante, no existen en los cálculos de las naciones, lo que genera un vacío fiscal que el mundo real está sosteniendo con todo el sudor de su frente. Un dinero escondido, anónimo y sin dueños aparentes, pero que no deja de generar lucro, es decir, de exigir más y más trabajo humano, sin retornar nada al Estado.
El cálculo más bajo de lo que se puede estar escondiendo en empresas fantasmas corresponde a una estimativa de siete trillones de dólares, y fue arrojado por el economista Gabriel Zucman en su libro de 2015, La riqueza oculta de las naciones –cuyo título hace un afortunado guiño a Adam Smith–. Bien, tenemos siete trillones escondidos, incognitos. Esto es, siete millones de millones; lo pongo en números: 7.000.000.000.000.
Lo que es, sin sombra de dudas, una amplia cantidad de ceros: 000000000000. Tantos, que hacen perder cualquier escala, disuelven la relación con el mundo real, con lo concreto, con nuestro tamaño en este planeta finito y limitado, no como los ceros y más ceros del sistema arábigo. Valga decir que, si los romanos no inventaron el capitalismo, no fue por falta de ambición y codicia, más bien les faltaba el cero, que es lo que permite una acumulación ad infinitum. Acumular ceros, futuro, tiempo en potencia, al fin de cuentas acumular y acumular nada, es la tarea por excelencia del capital. Y todos corremos y corremos atrás de la multiplicación de los ceros, la proliferación de la nada.
Con todo, no se trata nunca de una nada soportada sobre nada. El capital nos pasa la cuenta de cobro, esto porque, a pesar de los múltiples esfuerzos por irnos a vivir a un mundo de ilusión, la realidad todavía existe, asunto que el arte –más que la economía– se ha esforzado por revelar a través de las más ingeniosas estrategias. Este trabajo de Leyva hace parte de este esfuerzo.
Inauguración en Espacio El Dorado: Sábado 17 de febrero de 2018 - Cierre: 14 de abril de 2018